¿Te sientes bien?

Para Vilchis que hace un millòn de años me pidiò que le contara esto.

Hace un año trabajaba en un negocio dedicado a la fabricaciòn de tacos y tostadas para venta al pùblico y en ocasiones especiales atendiamos tambien pedidos de mayoreo para comedores industriales (pedidos de màs de 14000 tacos, sip, son un chingo )

Una de esas ocasiones fue el fin de semana del 11-12 de septiembre.

El viernes anterior me habìa ido de parranda y lleguè de la cantina al trabajo con la idea de que serìa un turno de trabajo normal y que podia nadar de muertito para cumplir y luego ir a dormir como dios manda.

A las 3 de la tarde parecia que si me iba a salir con la mìa, ya estabamos lavando las màquinas y barriendo el local cuando el telefono sonò.

Era uno de los clientes de comedor industrial que llamò para solicitar nada màs 15 000 tacos y 2 000 sopes.

No habìa nadie màs que yo y un par de chavos en el local asi que tuvimos que ponernos a trabajar en lo que el patròn convocaba a las refuerzos que lo mismo podian ir o no dependiendo de si tenian ganas, si las dejaba el viejo o si tenian quien les cuidara el niño.

Para no hacer el cuento largo dirè que terminamos a las 4 de la tarde convertidos en piltrafas humanas, los refuerzos nunca llegaron y yo en calidad de zombie crudo.

Lleguè a mi casa con el siguiente aspecto:

Ojeroso, barbòn (ya tenia varios dias que no me rasuraba) el cabello lleno de grasa, la ropa y los zapatos tambien, el pantalon roto de una pierna debido a que durante las maniobras para echar los tacos al cazo me atorè y se rasgò desde la rodilla hasta el tobillo, los brazos y la parte expuesta de la pierna tambien negros por el tizne y la grasa.

Me tirè en la cama dispuesto a no levantarme hasta el dia del juicio final, pero recordè que iba a ir un primo a llevarme un dinero que me debìa, asi que me levantè para bañarme pero estaba tan madreado que dije: Al diablo, ni que fuera una morra!
y salì a esperarlo a la calle, ni siquiera me puse los zapatos, me sentè en la banqueta y esperè.

Al poco rato pasa un señor gordo, con unos envases de cerveza, me mirò pero no le hice caso, el sueño me estaba pegando duro y se me cerraban los ojos sin darme cuenta y aquel wey que no llegaba…

Cuando los volvi a abrir, el tipo que acababa de pasar ya habia regresado, traia un seis de Modelo en una bolsa y estaba viendome fijamente. lo demàs va en forma de dialogo.

Tipo gordo: ¿Te sientes bien?
Yo: si…
Tg: Tienes famila?
Si, sòlo que no estàn aqui. Vengo de fuera.
Y porque no estas con ellos?
pues es que allà casi no hay chamba, por eso vine para acà.
y a poco acà trabajas? 

(soltò una carcajada que de no ser porque andaba bien jodido, le hubiera partido la madre al wey)

pues si… 

(en eso se sentò a mi lado soltando un suspiro porque le costaba trabajo agacharse)

Deja me siento un rato aqui, ¿quieres una cerveza?

(Me la dio y estuvimos un rato callados, bebiendo, luego empezò a hablar)

¿Cuantos años tienes?


30


Yo tengo 60… ya en cualquier rato el patròn me va a dar una patada en el culo y voy a terminar viviendo en la calle como tù, pensè en eso ahorita que pasè y te vi ahi tirado, tu todavia estàs joven, puedes cambiar, casarte, formar una familia.




Ahorita que estaba comprando las chelas me dije: Todo lo bueno que hacemos se nos regresa, ¿porque no empezamos con este chavo? asi que te digo, yo vivo en la vecindad que està aqui a dos puertas, puedo decirle a la portera que te deje bañar, te presto un rastrillo pa que te rasures, mi ropa no te queda pero como quiera le hacemos y si te sabes el numero, te presto el telefono para que llames a tu casa y que vengan por ti, no importa el mal que les hayas hecho, te van a ayudar.




Pero a lo mejor ni me entiendes… ¿si estas bien? o sea ¿estàs en tus cinco sentidos? ¿sabes que hoy es domingo 12 de septiembre y que el miercoles es 15? a lo mejor tas màs pa alla que pa acà…

(Para esta parte la cerveza ya me habia dado un segundo aire)

Pues no, si sè todo eso y tambien que hay festival porque es bicentenario. Trabajo en la taquerìa «Los Altos» allà para tlaquepaque, lo que pasa es que hubo mucha chamba y trabajè todo el fin de semana por eso ando todo madreao y oliendo a leòn pero estoy bien, vivo ahi cruzando la calle en la vecindad de Rafa, nomàs que estoy esperando a un primo para ya luego irme a bañar y dormir.


Entonces no estàs loco?


No… (bueno…)


Ni vives en la calle?


tampoco 

Y se levantò sin decir nada màs.

Epìlogo: Todavìa estoy esperando que vaya mi primo a pagarme 

El clima de octubre

Carlos despertó, esperó un poco a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad reinante. No se movió, estaba disfrutando de ese momento de deliciosa pereza que hay entre el recien despertar y antes de levantarse. Comenzó a moverse.

De repente recordó que día era ese y volvió a acomodarse. No tenía ni una pizca de ganas de levantarse ese día.

Oyó pasos en la puerta y se quedó inmóvil. Se puso las manos en la boca y aguantó la respiración, mas bien dicho, lo intentó, casi se le escapa una carcajada cuando cayó en la cuenta de que era estúpido lo que trataba de hacer.

Afuera los pasos se habian detenido justo en el portal, sabia que sólo podia ser Marco, su mejor amigo desde que había llegado ahí, pero ni siquiera eso lo animaba.

Todo el mundo ahí sabía que ese era lo que llamaban «El Día Negro» de Carlos, ese era el unico dia del año en que nadie se atrevía a molestarlo, era un buen tipo y por eso respetaban si un dia y solo ese dia se comportaba como un idiota. Pero Marco siempre insistía.

-Hey… ya sé que estás ahi- Le habló a través de la puerta. -Sólo sal un momento, no tienes que festejar pero no me gusta que te quedes ahi, en lo oscuro pensando sabrá Dios que cosas.

El silencio del otro lado de la puerta seguía igual, Marco rascaba el piso con su pata de palo.

-Mira… ¿que tal si hacemos esto? tu sales de ahi a que te de el aire y yo me comprometo a que el año que viene te dejo quedarte ahi toda la santa noche, sin molestarte, es más mataré al que se atreva a venir a perturbar tu descanso.

Carlos escuchaba como la vz de Marco rebotaba en los rincones de su cuarto haciendo eco y de mala gana se levantó. Sabía que si no se levantaba seguiría hablando y hablando y el eco le molestaba enormemente, tambien sabía que no cumpliria su promesa de dejarlo en paz el año siguiente. Lo mismo le habia prometido el anterior.

La puerta chirrió con fuerza.

-Ya salí… borra tu estúpida sonrisa antes de que te la borre a golpes.

Pero Marco siguió sonriendo y Carlos no le rompió nada.

Eran las 7 de la tarde, justo cuando el sol comenzaba a ocultarse tras las nubes, todo el mundo andaba atareado tratando de arreglarse lo mejor posible para la ocasión.

La noche de Halloween era la mejor noche de todo el año. Todo el mundo la esperaba con ansia para salir a festejar en grande.

Marco ayudó a Carlos a cambiarse de ropa y a ponerse a tono, los niños del pasillo de al lado discutían como cada año por ver quien sería el que fuera adelante, Carlos los miraba con una mirada entremezclada de alegría y tristeza. Eran un poco como sus hijos y ese recuerdo le hizo voltear al cielo y suspirar…

¿Estarían bien? Hacía años que no los veía, no porque no quisiera, uno siempre puede ver a la gente si realmente lo quiere. Mas bien era un poco de cobardía ¿Que les diría? ¿Hola? Ni siquiera podía pensar en una frase de comenzar la charla. Pasaba noches enteras dando vueltas tratando de simular la conversacion. A veces Marco lo ayudaba.

Pero nunca pasaba del «Hola»

Un repentino golpe en la frente lo devolvio al mundo real, los niños habian terminado por agarrarse a golpes y un trozo de madera habia salido volando justo a la cara de Carlos, los chiquillos palidecieron, se olvidaron de la discusión y salieron despavoridos cuando vieron a quien le habian pegado.

A las 10 de la noche estaban en la ciudad, unos en los bares, otros en las plazas, algunos mas en las tiendas donde habia concursos de disfraces.

Carlos estaba en el auto, viendo a los niños que pedían dulces, esta noche en particular extrañaba demasiado a su familia. De haber podido llorar habría llorado como una magadalena.

Marco vio que estaba realmente mal y le abrazó para confortarlo.

Carlos se sintió mucho mejor y decidio que ya era hora de lanzarse por todo de una buena vez.

-Llevame a mi antigua casa, por favor, necesito ir y saber que todo está bien.

Marco ni siquiera discutió, sabia que iria de todos modos, encendió el motor y se dirigió a las afueras de la ciudad.

Colinas del Rey era como esos barrios americanos que salen en las peliculas dulzonas de Hollywood, calles limpias, casas blancas, reja de madera y jardines de cesped con enanos decorativos.

Los niños corrían por las banquetas sin ponerles atención a los dos hombres que caminaban lento, uno sin querer llegar y otro pensando en todo lo que podia pasar, para bien o para mal.

Llegaron al numero 258 y Carlos observó por la ventana, ahí estaba su esposa, Martha, sus dos hijos Carlos y Mariana… pero se veian adultos ya. Debian tener mas de 20 años cada uno. Aún recordaba sus caritas de niño cuando los vio la ultima vez… el tiempo volaba y era demasiado cruel. Se arrepintió de haber sido tan cobarde todos esos años, antes podria haberse hecho pasar por algun vecino y abrazarlos pero ahora… ahora harian demasiadas preguntas, violencia tal vez y eso no era lo que el queria.

-¿Porque mejor no nos vamos?- La voz de Marco lo sacó de sus pensamientos.

-Vale.

Caminaron de vuelta al auto y volvieron a la ciudad a recoger a los demas.

Eran casi las cuatro de la mañana cuando volvieron al cementerio, si por ellos fuera se quedarian hasta el amanecer en la parranda pero podrían despertar sospechas sus «disfraces» demasiado perfectos y entonces todo se arruinaria.

El ruido iba desapareciendo conforme iban dejando a los demas en sus tumbas, al final solo quedaban Marco y Carlos moviendose entre los sepulcros.

Marco no había vuelto a hablar desde que subieron al auto y tenia la mirada perdida, como librando una lucha interna.

Cuando estaban en la puerta de la cripta de Carlos, se dió la vuelta y de improviso le plantó un beso en donde antes habian estado los labios de Carlos.

-Esta noche lo arriesgaste todo para perseguir una esperanza, asi que me dije: ¡Que diablos!

Carlos no decia nada, aquello lo habia tomado de sorpresa.

Marco agachó la cabeza y sonriendo amargamente se fue a su tumba.

Mas tarde, casi para amanecer. se oyeron unas pisadas afuera de la tumba de Marco.

-Soy yo… -se oyo la voz de Carlos- Hace demasiado frío en mi ataúd, debe ser la maldita humedad… estúpido clima de octubre… ¿Puedo quedarme contigo?

-Claro, adelante.

Carlos entro y se dejo caer pesadamente en la lápida de mármol, el silencio volvió a reinar en la oscuridad mientras en la cara de Marco se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja.

No conocia a un solo zombie que se hubiera quejado antes del frío o la humedad.

Un cuento de navidad de Bradbury.

Los que me conocen saben que soy fan from hell de Ray Bradbury,  el otro dia andaba  curioseando en unos periodicos viejos y me encontrè este cuentecillo de Ray.

 

En horas de la madrugada un anciano sacerdote católico siente el impulso irrefrenable de dejar el calor de su lecho e ir a ocupar el confesionario de su iglesia. Aquello es una locura, piensa. ¿Quien podría querer confesarse a esa hora, y en aquella fría noche de nevada?

Aún así va al confesionario.

Apenas entra en él, oye pasos, y luego escucha tras la rejilla la voz de un hombre que le pide: «Bendígame, padre, porque he pecado». El penitente hace la relación de sus culpas, culpas de hacía 60 años.

Un día, siendo niño, se desprendió de la mano de su abuela, corrió calle abajo y se gozó en la angustia de la anciana que no podía alcanzarlo.

En otra ocasión, tras recibir en su barrio el maltrato de chiquillos más grandes que el, ve a dos mariposas unidas en el abrazo del amor y las aplasta.

Por último recuerda a su perro, que escapó de la casa y estuvo fuera por tres días. Cuando regresa, él lo abraza y lo acaricia, pero luego lo golpea cruelmente.

¿Podrá Dios perdonarle esos pecados? el sacerdote le dice que sí, y al decir eso experimenta una leve inquietud pues los pecados que le ha confesado el hombre tienen un extraño parecido con algunos que él mismo cometió de niño, sobre todo, el episodio del perro. Del otro lado de la rejilla el hombre llora, y el sacerdote siente tambien que las lágrimas le brotan al recordar sus propias culpas.

¿Me ha perdonado Dios, Padre? -Pregunta el hombre.

Sí, hijo – Responde el padre- Te ha perdonado.

Y usted, ¿Me perdona?

Tambien yo te perdono, ademas hoy es navidad, ven, vamos a tomar un vaso de vino.

Sale el anciano del confesionario, del otro lado no hay nadie. El sacerdote mira su reflejo en el cristal de la puerta.

Sonríe. Ha entendido.

Y se da a si mismo la absolución. Luego va en busca de ese vaso de vino mientras la nieve   – Y la Navidad- llenan el paisaje.